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Tres sorbos de café T1 E13

Primer sorbo

… había un desierto interminable y un tren que corría, -es un decir- , por él… al tren le decían “La Burra” y su velocidad máxima era de 45km/h… eso no es gran cosa, a menos que tu destino esté a más de 2500km hacia el norte, en Mexicali, paso obligado hasta tu destino final, Ensenada…

… casi nada tenía significado en aquellos años… era más bien el tiempo de buscarle significado a las cosas e importaba poco lo lejos que estuvieran… yo tenía 16 y quería ser biólogo marino; tenía a mi amigo Jorge, una guitarra terciada a la espalda, un sombrero y un poco de dinero… ¿qué otra cosa haría falta para atravesar el desierto?...

…el vagón iba atestado de gente y no alcanzamos lugar para sentarnos… eran unas bancas incomodísimas de listones de madera, de modo que ir sentado no representaba un gran privilegio… como tampoco quisimos ir parados 60 horas establecimos nuestro cuartel general entre un vagón y el otro… desde allí vi pasar las horas y el desierto y pasé las noches en blanco contemplando un cielo estrellado que no he vuelto  a ver jamás… había una vía paralela a la de “La Burra” por la que corría el tren rápido conocido como “La Bala”…en un punto del desierto nos alcanzó e iba tan veloz que daba tiempo de conversar largamente con los pasajeros, intercambiar mercancías, darles la mano y hacerte amigo de ellos… incluso nos dio tiempo de darle serenata a una muchacha de ojos bonitos que iba asomándose por una de las ventanas… como el viaje a ratos se hacía monótono cantábamos todo el día y los pasajeros agradecidos nos alimentaron todo el camino… lo primero que llegó fue una charola de tacos, cortesía del vagón 16 y un pasajero mandaba preguntar si nos sabíamos La Sanmarqueña… —Sanmarqueña de vida, Sanmarqueña de mi amor, cantamos por horas, inventando los versos…

… el desierto no termina nunca, quienes lo atraviesan ya nunca son los mismos y de cada quien depende hallarle o no significado a las cosas… ya no tengo 16, y todo queda cada vez más lejos… no suelo usar sombrero, jamás fui biólogo marino y hace muchos años que perdí a mi amigo Jorge entre la niebla… pero todavía me queda un poco de dinero y sigo con una guitarra terciada a la espalda… ¿qué otra cosa haría falta para atravesar el desierto?...


Segundo sorbo


… conozco a Rafa desde hace casi tres años… debe haber cumplido 11 por estos días… Rafa toca el clarinete bajo un puente cerca de mi casa y casi siempre va solo, aunque a veces lo acompañan sus primos que tocan la trompeta y el saxofón; ambos menores que Rafa… él los dirige y los cuida… hemos hecho buena amistad y conversado un poco, porque paso a menudo por ahí rumbo a una de mis clases… cuando me ve acercarme empieza a tocar “El Tecolotito” que sabe que me gusta porque me trae recuerdos… yo le correspondo al pasar de regreso con un paquete de galletas, un café con leche, un chocolate, un sándwich, alguna fruta… Rafa siempre tiene hambre; siempre ha tenido hambre… ignoro cuál sea su situación familiar… yo no he preguntado y él, que es un músico discreto, jamás me ha comentado nada… del mismo modo, nunca me ha pedido nada distinto de lo que le llevo… siempre acepta y agradece con mucha educación y como un profesional que ha hecho bien su trabajo… solamente un día me dijo enseñando el hueco del diente que le falta que si las galletas fueran de chocolate “El Tecolotito” sonaría con más sentimiento…

… la última vez que pasé Rafa me dijo que se iba a mudar de puente, un poco más lejos sobre la avenida… 

… —es que desde que llegaron los negritos este puente ya tiene sobrepoblación y ya casi no nos dan nada a mí y a mis primos…

… lo dijo así, sin atisbo de rencor o de resentimiento; como alguien acostumbrado a usar las palabras sin temor alguno y sin adjudicarles ningún juicio de valor, más que el de describir un hecho concreto…

… en efecto, hace algunas semanas seis o siete muchachos, adolescentes ya, seguramente centroamericanos, piden limosna bajo el puente de Rafa…

…  —y ni hacen nada… nomás estiran la manota y la gente de los carros les da… yo por lo menos toco…pero bueno, esta es una avenida con muchos puentes y nada me cuesta hacerme tantito para allá… … —a mí tampoco me cuesta nada cruzar por el otro puente Rafa…  … —ya quedamos… … empezó a tocar “El Tecolotito”… … les dejo a ustedes la moraleja…


Tercer sorbo


… mañana pacífica en el jardín del arte de San Ángel… cuadros, esculturas, ella y yo tomados de la mano, paseando sin prisa; mis meninges desinflamándose dulcemente… … ella, deteniéndose frente a un grupo de esculturas, sonríe y abre esos ojazos que pone cuando algo la sorprende…  … —mira que piezas interesantes, ¿cómo las hace?... … él, entrado en años, barba entrecana, flaco, amigable, sorprendido de que alguien, sobre todo alguien tan guapa se detenga a preguntar con tanto interés, responde con una nota de orgullo en la voz…  … —son nidos de hormiga señorita; hormigueros pues, y sonríe también… … yo no sonrío… yo a lo lejos, veo venir la hecatombe… … —pero cómo, dice ella, ¿toma el trozo de aluminio y lo trabaja hasta darle la forma de lo que usted imagina es un hormiguero por dentro?... qué lindo, qué interesante, qué cantidad de trabajo… me dan ganas de llevarla… … —ah, el proceso es más simple que eso señorita, dice él, aún más orgulloso...  … yo le hago señas de alarma para que no siga por ese camino pero me ignora...   … —funde usted una buena cantidad de aluminio… cuando ya está en estado líquido lo vierte con mucho cuidado en la boca del hormiguero y al enfriarse lo desentierra y tendrá usted una réplica exacta de cómo es un hormiguero por dentro fundida en brillante aluminio… fascinante ¿no?... … —tal vez sea momento de que continuemos corazón, digo yo, apretándole ligeramente la mano…—es tarde…  …siento el peligro cada vez más cerca... …ella no ha perdido ni un poco de esa sonrisa que ilumina la plaza, pero mira al sujeto con una inquietante fijeza… yo conozco esa mirada y es la que precede al momento en que uno tiene que salir huyendo si aprecia su vida… … —qué lindo dice ella, con recargada amabilidad… —¿y usted es escultor o qué?... …es inminente; la apacible mañana está a punto de convertirse en la zona más violenta al oeste de Gaza y Cisjordania… … —si señorita, escultor, dice sacando el pecho... … ella acaricia la pieza con su mano libre… … —y si yo compro esto, ¿se lo pago a usted o a las miles de hormiguitas que pagaron con su vida esta escultura? pregunta ella sin cambiar un ápice la amabilidad de la voz, la sonrisa, la mirada…

… —en última instancia las artistas son ellas, no usted… … yo empiezo a buscar alrededor un sitio donde resguardarme… … él parpadea confundido como si no hubiera escuchado bien… … —usted no es un simple escultor, no… es un escultor hormiguicida, es un genio… puede ir de casa en casa exterminando plagas y creando esculturas… es fantástico, lo felicito… mira que echarle aluminio hirviente a unas pobres hormigas, qué artista… … su voz cortaba el aire como un cuchillo; peligrosa, afilada… sus palabras volaban como armas arrojadizas... … para ese momento yo luchaba por soltarle la mano porque sus uñas empezaban a clavarse en mi piel...  … —¿sabe qué le recomiendo?, gritó que todos la oyeran… —debería intentar echarse un poco de aluminio fundido por el culo porque a todos nosotros, dijo abarcando la plaza con un gesto, nos gustaría apreciar la fantástica escultura que resultaría ¿verdad?... sería su obra magna… … aquello apenas comenzaba pero para entonces yo ya estaba lejos en busca de un lugar seguro… el Valle de la Muerte, el Volcán Sinabung, Irak, Somalia, Ecatepec...


El poso del café


...ella es de las que buscan horizontes aunque tengan enfrente una pared

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